domingo, 22 de abril de 2012

Quédate conmigo: Capítulo 5.


“¿Eres tonta? No puedes dejar escapar así de fácil al chico que más feliz te ha hecho en menos de un día que le conoces.”
- Ryan, espera.-conseguí articular palabra. Él se giró- no te vayas, no esperes, te quiero.
Ví como sus labios se curvaron en una enorme sonrisa, y me abrazó, elevándome por los aires, segundos después, me besó.

- Hola mamá, ya estoy en casa. – musité, entrando en mi casa. No hubo respuesta. - ¿Mamá? – Fui al salón, no había nadie, a pesar de ello, la tele estaba encendida. Cogí el teléfono fijo para llamarla, había un número marcado en este, “016”. Sabía que había visto ese número varias veces en la televisión y en anuncios de Internet y periódicos, pero su significado no lo recordaba. Subí a mi habitación rápidamente y cogí el portátil, marqué en Google “016”.

[016: El número de Instituto de la Mujer que puede salvarte la vida…]

Mi cuerpo se estremeció tras leer esas palabras, algo no marchaba bien, continué leyendo.

[016: El teléfono confidencial para mujeres maltratadas]

Solté el portátil lanzándolo contra la pared, y bajé corriendo por las escaleras, en busca de mi madre.
- ¡MAMÁ! ¡MAMÁ! Por favor mamá, ¡CONTESTA! – la puerta del baño estaba cerrada, se oían sollozos. – Mamá, ¿estás ahí? Mamá, por favor – comencé a llorar.
- Connie…-susurró una voz apagada- no entres Connie…-me suplicaba.
¿Cómo no entrar? ¿Y si mi padre había golpeado a mi madre, me iba a quedar aquí de brazos cruzados? Intenté girar el picaporte de la puerta, pero para mi sorpresa, estaba cerrado, o atascado.
Las lágrimas tras la puerta seguían, cada vez con más intensidad.
Busqué algo que pudiera ayudarme a abrir la puerta, intenté forzarla con una horquilla, pero no hubo suerte. “Esto me va a doler” Pensé, instantes antes de cargar con todo mi cuerpo golpeando la puerta.
La puerta calló en el suelo del baño, yo también ahí, aunque supe levantarme rápidamente. Miré a mi madre y me ahogué en llanto. Esta no era mi madre. Parecía asustada, su ropa estaba rota y manchada de sangre, encima de su cejas había una herida de la cual brotaban gotas de un líquido rojo, sangre obviamente.
Me acerqué corriendo a ella y la abracé.
- Mamá…-me costaba articular palabra, y la respiración se me entrecortaba.- Mamá…¿qué te ha hecho? –Me enjugué las lágrimas y me sequé la cara como pude con la manga de mi camiseta.
- Tranquila hija, dentro de poco todo acabará, no habrán más llantos –acariciaba mis mejillas. Sus palabras me sonaban extrañas, temía por lo que el estado de shock de mi madre pudiera causarnos tanto a mi hermana y a mi, como a mi padre.

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