Entré en casa, y me quité la chaqueta empapada. Subí a mi
habitación, me puse el pijama, apagué la luz y me acosté. No tenía intención de
dormir en toda la noche, ya que mi corazón iba a mil por hora.
- Levanta, me vas a contar ya. – dijo Haven, irrumpiendo en
mi habitación, encendiendo la luz y acabando con mi tranquilidad.
- No hay nada que contar.
- Ah no, claro, la chica que he visto fuera morreándose con
Mister Rubiales no eras tú, era tu hermana gemela. – Ironizó.
- Mi hermana gemela eres tú.
- Por eso idiota, es ironía, no podría ser tu hermana
gemela, porque si hubiera sido yo, lo hubiera sabido. – Puso los ojos en blanco
y se cruzó de brazos. – Desembucha.
- No hay nada que contar Haven, me dejó una nota secreta,
fui a la cita, tomamos algo, y me acompañó a casa.
- Y te besó. – concluyó.
- Si, pero no tiene importancia. –Mentí, y mentí mucho.
- Te gusta.
- Me encanta. Ahora, fuera. – Le cerré la puerta en la cara.
- ¡Que fuerte! – se la escuchó gritar fuera. Puse los ojos
en blanco y me fui a la cama.
No conseguí dormirme en toda la noche. Todo lo que me había
pasado en tan solo un día había sido muy raro. No soy el tipo de chica que
conoce a un chico y dos horas más tarde le besa, pero es que con él ha sido
todo muy diferente.
- ¡Buenos días, princesa! – me giré, y ahí estaba Ryan, detrás de mi. Elevé la
mirada, y me dio un suave beso en los labios. Me aparté.
- Ryan, para…- me miró con incredulidad. – Verás, es que no
sé, no te conozco, lo de ayer fue muy bonito, y he de admitir que sentí muchas
cosas…-tragué saliva.
- Para. Vas a decirme que no podemos estar juntos, que lo
sientes, pero…”no eres ese tipo de chicas” –agachó la mirada- si es eso te
ruego que no sigas, está muy vista y muy repetida esa historia.
- No, para nada. Quería decirte que no puede ser…por ahora. No
puedo llegar a mi casa y decirle a mis padres que estoy saliendo con un chico
que conocí ayer, entiéndelo…-le miré a los ojos.
Se mordió el labio y se dio la vuelta. Miró de reojo hacia
atrás.
- Te daré el tiempo que necesites…pero no me rendiré,
Connie, voy a luchar por ti, porque te quiero. – Y se marchó.
Sentí que me daba un vuelco el corazón.
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