sábado, 24 de marzo de 2012

Quédate conmigo: Capítulo 2.


“Gracias por acceder, princesa. Te espero a las 19:00h en el callejón que está tras el instituto. No tengas miedo, estaré esperándote.”
Doblé la carta, me la llevé al pecho, cerré los ojos y suspiré sonriendo. Iba a conocerle. La verdad es que sí que me daba un poco de miedo, un callejón, a esa hora…pero pensaba acudir, no pensaba faltar a la cita con en primer chico que se había fijado en mi, así que me fui a casa, y en cuanto entré por la puerta telefoneé a Daphne.
- Hemos quedado, vamos a vernos, estoy muy nerviosa, ¿qué me pongo?
- Espera, espera, para el carro, ¿has quedado con el famoso desconocido? ¿Estás loca? Puede ser un violador, o una broma, o quién sabe qué burrada, puedes meterte en un buen lío, y después me va a tocar a mi explicárselo a tus padres. – Se puso histérica.
Miré el reloj, eran las 18:30, mierda, iba a llegar tarde.
- Daph, habamos después. – Le colgué.
Abrí el armario. Perfecto, después de 15 minutos decidiendo, me puse unos pantalones cortos de tiro alto (de esos bonísimos que son por la cintura, y te hacen un cuerpazo), con una camiseta de lana rosa, por dentro de los pantalones, y unas Vans rosas, a juego con el lazo rosa que llevaba en mi pelo negro liso.
Llegué al callejón 5 minutos antes de la hora pactada, no había nadie, así que esperé. De repente, me giré hacia la entrada de este, y ahí estaba. Me quedé paralizada, era el chico de mi sueño. Tan rubio, con sus ojos verdes que hacía que se fundieran todas las luces de las farolas, me puse la mano en el pecho y respiré profundamente, comencé a caminar hacia él. Lo cierto es que nunca le había visto.
- Hola, Connie, – dijo, dándome la mano. Su voz era aguda, y el roce de su mano con la mía, me puso la piel de gallina- me llamo Ryan, tengo 16 años- Sonrió, y de repente el mundo se paró, me sentí desfallecer.- ¿Te ha comido la lengua el gato?- Bromeó acerca de mi silencio.
- Oh…- reí, y me sentí estúpida- es sólo que…no sé qué decir. – Confirmado, era realmente estúpida.
- ¿Qué te parece si…vamos a esa cafetería –se giró y señaló una cafetería que había en la acera de enfrente- y te lo explico todo? – Asentí.
Entramos, y una camarera de unos 40 años nos sonrió acogedoramente y nos dirigió a una mesa, pedí una coca cola, él una cerveza sin alcohol.
- Te preguntarás el por qué de que te haya citado y traído hasta aquí…el caso es que llevo casi un año enamorado de ti.
- Pero…¿cómo? Si nunca en mi vida te había visto, o eso creo.
- Intenta recordar, si que me has visto, ¿recuerdas el primer día de curso el año pasado? Estaba perdido en el instituto, era nuevo, y tú me guiaste hasta la clase de biología. – Tenía razón, aunque por aquel entonces yo era una niña y no me fijé en él.
- ¿Puedo…confesarte una cosa y no te ríes de mi? – Asintió.- Anoche soñé contigo. Es decir…- me detuve para no meter más la pata.- si, soñé contigo.
Rió, rió descontroladamente, y sentí que un ardiente fuego me consumía por dentro, y reí, su risa me hizo reír.
- Vamos…para, ¿qué te hace tanta gracia?
- Nada. – Sus facciones cambiaron, y se quedó serio.

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