Mi corazón estaba acelerado, a mil por hora, no, a dos mil,
a la máxima velocidad a la que podía ir un corazón, cuando le vi aparecer en la
esquina de la calle. Era un chico rubio, de ojos verdes y altura más o menos
1,70. Me vio, y sonrió, pero…¿quién era ese desconocido? Se acercó despacio, el
corazón se me quería salir del pecho, cuando dijo “¿puedo besarte?”…
- ¡Connie! ¡Llevas tarde a clase, levántate! – oí los gritos
de mi madre desde el otro lado de la habitación.
- Voy, mamá…- dijo abriendo los ojos a duras penas, por la
intensidad de la luz que entraba a través de la ventana. Me senté en la cama, y
recordé ese sueño, parecía tan…real.
- ¿Qué esperas? Son las 8 menos 20, vamos.
Bueno, en primer lugar voy a presentarme, me llamo Connie
Strauss, tengo 14 años, y soy la típica adolescente a la cual sólo comprende su
mejor amiga. Me gusta mucho el voleibol, de hecho estoy en el equipo de mi
instituto. Vivo enamorada de la idea del amor, sueño con encontrar un chico que
me ame, y la historia sea tan bonita como la de 3 metros sobre el cielo,
El diario de Noah o Un paseo para recordar, pero con un final feliz, claro.
- Hola, ¿me estás escuchando? Siento que hablo sola. – Mi mejor
amiga Daphne me miraba con expresión exigente.
- Si, Daph, te estoy haciendo caso, es solo que…
- Que has conocido a un chico y no me lo has contado, que
has encontrado a otra mejor amiga, te ha venido la regla, oh dios, no me lo
puedo creer…¡estás embarazada! – le tapé la boca con la mano.
- ¿Qué? ¿Estás loca? No grites tonterías así, cualquiera
podría escucharte, imbécil. – Abrí la taquilla y de esta cayó un sobre azul. Me
agaché y lo cogí, estaba perfumado en rosas.
- ¿Un admirador secreto, eh? – Daphne me arrebató el sobre
de las manos, y se apresuró en abrirlo, leyendo en alto.
“Querida Connie;
No imaginas el tiempo que llevo soñando
con tus labios, y deseo poder besarlos algún día. Quisiera ser la persona que
llene de sonrisas tus días, ese ‘príncipe azul’ que sé que estás esperando. Te
ruego me des una oportunidad, si es así, deja esta carta pegada fuera de tu
taquilla, y a última hora, tendrás otra con más datos acerca de mi.
Te quiere; anónimo.”
Estaba anonadada, sin palabras, con la boca abierta,
esperando que saliera algún mínimo sonido de ella.
- Tía, esto es increíble, ¿te das cuenta? Tienes un
admirador secreto, es muy fuerte.
Cogí la carta, la pegué con cinta aislante en la taquilla, y
me fui.
Durante la clase de Lengua no pude concentrarme, no dejaba
de pensar si era real, si de verdad alguien se había enamorado de mi, o por el
contrario, era todo fruto de una broma de mal gusto, y si acudía a la posible
cita que me propondría, me iban a dejar plantada o aparecería el chico más feo
del instituto. De todas formas, ya había dejado la carta en mi taquilla,
siguiendo las instrucciones que me habían dado, ya no habría vuelta atrás.
Sonó el timbre de la última hora, y salí disparada de clase.
Llegué a la taquilla, y ahí estaba, el sobre azul había sido sustituido por uno
amarillo, lo cogí despacio, con calma, tratando de no romperlo, y lo abrí.
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